Cierra los ojos durante unos segundos y piensa en un anuncio publicitario, así, rápido, el primero que recuerdes.
¿Por qué has recordado ese anuncio y no otro?
¿Qué te hizo sentir cuando lo viste por primera vez?
Bueno, si has entendido lo que he querido decirte con esto, creo que ya puedo dejar de escribir este post, ya no es necesario… si no, sigue leyendo.
Cuando un anuncio publicitario traspasa nuestros ojos y en lugar de llegar sólo a nuestro cerebro, logra colarse por los poros de nuestra piel y alojarse en nuestro corazón, en nuestro estómago o en nuestro hígado, está despertando en nosotros emociones, que son las que nos hacen reaccionar, movernos en una u otra dirección y/o tomar una u otra decisión.
La neurociencia nos dice que los seres humanos, tan sapiens, tan inteligentes y tan racionales, tomamos la mayoría de nuestras decisiones basándonos en nuestras emociones, nuestra parte más irracional.
Pero ¿por qué ocurre esto? Para tomar una decisión correcta deberíamos evaluar siempre de forma consciente los riesgos y beneficios que tal decisión conllevan. En cambio, la mayoría de las veces, nuestro cerebro trata de ayudarnos en esta difícil tarea basándose en la información que ya tenemos almacenada de forma inconsciente por experiencias similares anteriores: es decir, en nuestras emociones, sentimientos o instinto, disminuyendo así el tiempo y energía necesarios para la toma de la decisión.
¿Y entonces, a dónde nos lleva todo ésto? Sencillo: a la conclusión de que conectar con los sentimientos y las emociones de nuestros usuarios o potenciales clientes es crítico en nuestro mensaje publicitario, y cuando esto se combina con argumentos racionales, su potencial es clave para generar ventas.
Cuando tratamos de definir nuestro producto, servicio o marca con una sola frase (slogan), hemos de hacerlo pensando siempre en las emociones que puede y debe despertar en nuestros potenciales clientes. Que nuestro slogan responda a la pregunta ¿cómo puede esto ayudarte? está bien, pero si además logramos transmitir cómo te hará sentirte mejor, estaremos simplemente dando en la clave de la comunicación.
Y ahora la buena noticia: No tienes que ser una gran empresa y poder contratar a una buena agencia de publicidad para darle un toque emocional a tu publicidad. Basta con que te pares, pienses un poco, analices, busques ideas si no las tienes, las encuentres (sí, las ideas también se buscan y se encuentran, el mundo está lleno de ellas, tan sólo tienes que observar lo que hacen otros a tu alrededor, en Internet…) y plasmarlas, ¡así de fácil!
Y para muestra un botón: Ponte por 30 segundos en la piel de un emprendedor que necesita desarrollar la web para su nuevo proyecto de negocio, ¿cual de estos dos anuncios una misma y modesta agencia local de diseño web te dice más?
¿Y tú, cómo conectas con tus clientes? ¡Cuéntanoslo!…